Empecemos por el origen del relato (o por el relato de los orígenes) de ese apasionante fenómeno cultural y musical que explora Michael Winterbottom en 24 hour party people. En el principio fue un concierto de los Sex Pistols el 4 de junio de 1976 en un teatro de Manchester al que asistieron 42 personas, una cifra ridícula desde un punto de vista meramente cuantitativo. Sin embargo, esas 42 personas determinaron el camino seguido por la música pop-rock de las dos décadas posteriores y aún hoy puede rastrearse su influencia en infinidad de grupos y propuestas musicales.

Pero en su principal virtud está su defecto más evidente. 24 hour party people es una película para iniciados, y aquellos a los que la historia de Fatory y de grupos como Joy Division o New Order no les haya interesado nunca, se sentirán muy desorientados en esta vertiginosa y frenética reconstrucción de la escena musical de Manchester desde finales de los 70 a principios de los 90.
El filme de Winterbottom se resiente de su ambición totalizadora y con frecuencia cae en precipitaciones narrativas y dramáticas, en saltos temporales y elipsis argumentales que dificultan la comprensión de la historia. En este sentido está muy lograda la narración de los inicios de la leyenda musical de Manchester, así como la descripción de su floreciente final, pero el relato flojea cuando se centra en el periodo de casi diez años que sirvió de bisagra entre ambos momentos de esplendor. Un desequilibrio que probablemente afecte negativamente a la valoración global del film, pero que no perjudica su enorme poder de evocación ni su capacidad para despertar el interés en espectadores no iniciados por la música que se hacía durante aquellos años en un rincón del norte de Inglaterra.

Interpretado con soltura e ironía por Steve Coogan, la figura de Tony Wilson vertebra y dota de lógica narrativa y conceptual a la bulliciosa y frenética sucesión de acontecimientos, personajes y músicas que desfilan por la fragmentada trama de 24 hour party people. Wilson ejerce de maestro de ceremonias de este rito de celebración fílmica del mito musical de Manchester, y con sus análisis sociológicos y filosóficos (herederos del discurso situacionista) y sus guiños metacinematográficos se convierte en el eje principal sobre el que se construye la narración. A medio camino entre el docudrama, la ficción épica generacional y la comedia musical posmoderna, 24 hour party people nos lleva desde la eclosión del punk a la locura del ácido (Happy Mondays y su explosiva combinación de cultura dance y espíritu rock-hooligan), pasando por la belleza desolada y trágica de Joy División, la demoledora pulsión rítmica de New Order o la sensibilidad intimista de The Durruti Column.

Por Alejandro del Pino
1 comentario:
Hace ya bastante que ví esta película pero me gustó bastante. Me resultó muy interesante conocer de cerca los inicios de bandas que han marcado una parte de mi vida y de la música.
Un saludo!
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