"Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado."
Mussolini
1. La tradición histórica del Estado de bienestar
Para
la estabilidad y la solidez de todos los sistemas de
dominación siempre ha sido mejor que el pueblo vea sus cadenas
lo suficiente "ligeras" o "razonables". Que vea suficiente
"benevolencia" en la organización social custodiada por el
poder de unas élites. Si se puede garantizar que un sector
importante de la sociedad no viva en un estado de fuerte e
inextinguible descontento y consciencia de ser maltratado, el
sistema se encontrará mucho más seguro.
Sobre ésta
cuestión se ha llegado a teorizar abiertamente. Sólo hay que
leer, por ejemplo, "El Príncipe", de Maquiavelo, o las
afirmaciones de político conservador alemán Lorenz von Stein, que
acuñó la noción de "Estado social", reconociendo su utilidad
para evitar la revolución. La dominación más perfecta es
aquella en que el esclavo tiene los amos en
buena consideración.
Este "Estado Social" (también
llamado "Estado Providencia") es el antecedente directo del
actual modelo de "Estado de bienestar". Lo empezaron a
instaurar las élites de las principales potencias europeas, en
el proceso de consolidación de los "Estados-nación", durante
la segunda mitad del siglo XIX
(1).
Antes
de esto, ya se había conocido el "pan y circo" del imperio
romano y el despotismo ilustrado de los Estados monárquicos
preliberales (
"todo para el pueblo pero sin el pueblo").
Desde
el discurso oficial y sistémico, urdido desde la academia, se
dice que el Estado de bienestar forma parte de la trayectoria
de evolución y progreso de las sociedades occidentales. De
entrada, se reconoce que siempre se ha tenido que organizar
la satisfacción de las necesidades de las personas y que,
antes, si no lo hacía el Estado, lo hacía el pueblo con sus propios
recursos. Entonces, se supone que es un gran avance en la
historia de la humanidad, vinculado a alguna supuesta
"evolución" en la consciencia social solidaria, que esta
satisfacción pase a ser una cuestión "pública nacional", en
manos del Estado.
2. La tradición histórica de la comunidad y la ayuda mutua
La
"teoría del Progreso", doctrina oficial fundamental para la
justificación del sistema actual, nos viene a decir que la
sociedad de hoy en día, donde el Estado y el capitalismo se
encuentran hiper-desarrollados, es mucho mejor que todos los
estadios anteriores de la historia. Es de manual: los
altavoces del sistema difunden que todo lo que existió fuera de
él fueron horrores, aún peores que los actuales.
La
realidad, no obstante, es que los Estado no han sido siempre tan
omnipotentes y omnipresentes como hoy en día. En muchos
momentos de la historia han predominado las prácticas
populares y humanas de la ayuda mutua, el compartir, la
reciprocidad, el trabajo colectivo para individuales o para
el bien común... es vital que lo conozcamos y lo tengamos
bien presente.
Todas estas prácticas florecían con notable
vigor y en diversos lugares del mundo en los siglos
anteriores al gran proceso de mercantilización capitalista
de la tierra y el trabajo
(2).
El pueblo tenía un patrimonio propio, común o comunal, de
grandes extensiones de campos, bosques, minas... de
aprovechamiento colectivo, y de muchas otras
infraestructuras productivas compartidas. Para gestionar
este patrimonio común y tomar decisiones sobre la vida
colectiva también contaba con instituciones de democracia
real (es decir, directa), como el concejo abierto en la Península
Ibérica
(3). También se rastrea la tendencia a la mutua asistencia en otras formas de sociedades preestatales
(4).
Más
tarde, en la sociedad resultante de la revolución liberal e
industrial el proletariado también organizó, influenciado
por las ideas socialistas y por la tradición que conocen,
viniendo del mundo rural, un amplio tejido social de apoyo
mutuo. Al Estado español, desde el último cuarto del siglo XIX
hasta 1939 en muchas ciudades se fueron extendiendo muchas y
variadas formas de mutualismo, cooperativismo y
solidaridad entre los obreros.
"(...) La razón
número uno que llevo al ente estatal a constituir lo que luego se
llamaría Estado providencia o Estado de bienestar o Estado
social fue la destrucción de las expresiones, muchas y bastante
poderosas, de autosuficiencia colectiva, cooperación en la
base, autonomía organizativa, sistemas mutualistas de
ayuda y asistencia, combatividad proletaria y
manifestaciones autogestionadas de una cultura, un saber y
un arte propios. Hasta la guerra civil había por todas partes
sociedades obreras que con bastante eficacia y en el régimen de
autogestión proporcionaban a sus socios y socias pensiones
por enfermedad y jubilación, así como amparo a los
familiares, hijos-hijas y viudas-viudos, en caso de
incapacidad temporal, accidente o fallecimiento, a la vez
que atención médica regular. Otras en un número enorme eran
cooperativas de consumo de productos básicos, o de los insumos
necesarios para que los artesanos, pescadores o
agricultores pudieran realizar su trabajo en mejores
condiciones. (…) Muchas cooperativas obreras tenían sus hornos
de pan y otras infraestructuras básicas. Tales sociedades se
servían de procedimientos de gestión tan sencillos como
eficaces, realizados a la vista de todos los socios y socias,
generalmente sin funcionarios asalariados." (5)
Todas
estas estructuras y valores se tuvieron que destruir a sangre
y fuego para poder instaurar, durante el franquismo, el
Estado de bienestar en "España". Por esto fue imprescindible la
intervención militar de 1936-1939.
3. La crítica al Estado de bienestar
Las
personas anticapitalistas, que estamos a favor de la
abolición de la propiedad privada y del trabajo asalariado,
rechazamos la institución del Estado. Este posicionamiento
había estado siempre claro, todos los análisis clásicos del
pensamiento socialista reconocen que el Estado moderno y el
capitalismo, desde su origen, fueron de la mano
(6).
Su complicidad y alianza, pues, es un hecho esencial histórico,
no reciente, como insinúa quien habla de un supuesto "secuestro
de la democracia" en manos de las élites
capitalistas/financieras, o de la "teoría de las puertas
giratorias"
(7), como si fuera una novedad la alianza sistemática entre las élites políticas y las económicas.
Esta
complicidad ha sido olvidada en gran parte a consecuencia de
las concesiones dadas a través del Estado de bienestar, con las
que se ha conseguido "comprar" a las clases populares,
haciendo que acepten la dominación del Estado, el
capitalismo y todas sus estructuras jerárquicas. Pero
si rechazamos el Estado,
porque pensamos que las personas tienen que convivir
autogobernándose y autoorganizando democráticamente la
totalidad de su existencia,
tenemos que rechazar también el Estado de bienestar.
Es
fundamental contrarrestar el discurso hegemónico sistémico y
socialdemócrata que defiende el Estado de bienestar como
modelo legítimo, repitiendo incansablemente que lo que éste
posee y gestiona es cosa de todos, es "público". No podemos
aceptar la dicotomía oficial "púbico"(estatal)/privado. El
Estado juega el papel de "policía bueno" y "los mercados" el de
"policía malo", pero estas instituciones sólo son las dos caras
de la misma moneda: un sistema de dominación y concentración
de poder político y económico. La dicotomía esencial se encuentra
entre la gestión y la propiedad popular o la gestión y la
propiedad privada, sea esta capitalista o estatal.
Así
pues, hoy en día es menester poner sobre la mesa y desarrollar una
crítica fundamentada al "Estado de bienestar". Pensar y hacer
esta crítica, con ánimo de encontrar criterios de superación a
las dicotomías estériles, es cosa de todas las personas que
apostamos por un cambio emancipador de la sociedad en que
vivimos. A continuación exponemos algunos motivos que nos
llevan a impugnar la dominación estatal del mismo modo que
impugnamos la dominación capitalista:
- El Estado de bienestar es, en esencia, una institución pro-capitalista.
Así, ha fomentado conscientemente, mediante todo tipo de
leyes, regulaciones y acciones, el crecimiento de la economía
de mercado y la expansión del consumo, así como el desarrollo
del gran capital privado (8).
Muchos sectores clave de la economía no serían rentables si no
fuera por el fomento, mantenimiento y incondicional apoyo
económico y político otorgado por el Estado.
- El
Estado de bienestar es un órgano al servicio del
mantenimiento de los privilegios de un sector de la población y
de una pequeña parte del mundo. Son los países del "primer
mundo", y en particular las clases medias de estos, los que se
benefician del Estado de bienestar. Estos "privilegios" no se
podrían generalizar, se trata de un juego de suma cero: para que
unos "ganen" los demás tienen que perder.
- El Estado de bienestar es el resultado del abandono y la degradación de los anhelos socialistas.
Éste se fundamenta ideológicamente en el keynesianismo,
corriente que forma parte de una trayectoria de completa
deriva de las ideas revolucionarias hacia la claudicación y
la aceptación de la sociedad capitalista. La
"socialdemocracia" olvida totalmente los principios y
objetivos del socialismo: construir una sociedad hermanada,
sin clases ni Estados, sin explotados ni explotadores,
gobernantes ni gobernados. A la vez, los partidos y
movimientos sociales socialdemócratas abrazan las
instituciones y estructuras del sistema, pasando a ser una
parte integral y fundamental de éste en cuestión de poco tiempo (9).
- El Estado de bienestar promueve el desarrollo de una sociedad-granja.
La idea de fondo del modelo "bienestarista" estatal es que una
sociedad es aceptable, justa y democrática si los pastores
pueden ofrecer suficiente pienso al pueblo-rebaño. Este modelo,
pero, pasa por alto que la libertad, individual y colectiva,
como capacidad y responsabilidad de autodeterminarse, es
un bien humano fundamental, y en la medida que no luchamos por
ella ni vimos en acorde a ella, que preferimos el bienestar
material y la comodidad, vamos a peor.
- El "Estado social" es anti-social.
El Estado de bienestar promueve un modelo en que tienden a ir
desapareciendo los entramados de relaciones horizontales
entre iguales que habían caracterizado la vida de las personas
desde tiempos inmemoriales: la sociedad queda articulada en
base a un cúmulo de relaciones verticales entre el Estado y
los individuos, cada vez más sólos y aislados. La seguridad
que nos otorgan las posesiones privadas, el dinero y el
Estado ha eclipsado la seguridad autónoma popular que pueden
brindar las relaciones humanas. Esto conlleva una caída en
picado de las capacidades y potencialidades relacionales y
afectivas de las personas y, así, del valor de la vida humana.
- El Estado de bienestar fomenta una dependencia peligrosa.
Ya que las estructuras de bienestar son una concesión de las
élites, su retirada o reducción se encuentra en manos de la
voluntad de éstas y de los imperativos que recaen sobre ellas,
no en manos del pueblo. Así, en un primer momento el Estado
pretendió garantizar él mismo el cuidado de los ciudadanos y
muchas personas lo aceptaron y renunciaron a procurarse su
propia autonomía. Una vez llevado a cabo este proceso, llega un
punto en que el Estado deja las personas abandonadas a su
suerte, y éstas se encuentran más desvalidas y desamparadas que
nunca, pues han perdido todos los vínculos afectivos y
materiales que en otros momentos históricos les habían
permitido vivir de los propios recursos.
- El Estado de bienestar es una forma amable de maquillar la verdadera naturaleza de la institución estatal.
Así, cuando la maquinaria estatal otorga "concesiones"
consigue invisibilizar su cara más oscura y cruda, su
esencia: militar (la defensa constitucional (10),
en última instancia, del "orden" capitalista y las
operaciones imperialistas en países lejanos, enfocadas en
los intereses económicos y geoestratégicos y en las futuras
guerras), policial (los diversos cuerpos "de seguridad", cada vez dotados de más poder y recursos), judicial-represiva
(el encarcelamiento sobre todo de personas de clase baja,
delincuentes menores, marginados disidentes e "ilegales") y
recaudadora (acaparando mayoritariamente
la plusvalía que genera el pueblo a través de la recaudación
mediante impuestos sobre el trabajo, el consumo y otros,
multas… apropiándose aproximadamente de la mitad del PIB en los
países ricos y revertiendo estos recursos en el
mantenimiento de sus propios privilegios y para fortalecer
sus instituciones centralistas y burocráticas).
- La "sociedad del bienestar" es eco-destructiva e insostenible.
Así, por un lado, el "bienestar" y la "prosperidad" en las
sociedades "desarrolladas" contemporáneas implican unos
niveles de producción y consumo y un uso de unas tecnologías que
conllevan una destrucción y contaminación de la naturaleza
nunca vistas en la historia de la humanidad, así como un
delirante despilfarro de recursos. Por el otro, actualmente
estamos entrando en un período histórico de decreciente
disponibilidad de energía y recursos (11).
A medida que vayamos entrando en este período probablemente
nos daremos cuenta del ilusorio tiempo ultra-consumista en el
que habremos vivido durante unos años y de la necesidad y
deseabilidad de vivir en armonía con el entorno natural
y respetándolo.
4. Esbozando la crítica a dos pilares esenciales del Estado de bienestar: la educación y la sanidad "públicas"
Si
bien entendemos que lo que mueve a muchas personas a defender
una sanidad y una educación "públicas" es una voluntad legítima
de educarse y formarse así como de mantener y restaurar la
salud, percibimos que, como con tantas otras cosas, las
instituciones establecidas se encargan de canalizar estas
voluntades populares con las estrategias que más fortalezcan
y promuevan sus intereses y valores. Estas estrategias en el
caso que nos ocupa son la educación estatal y la sanidad
estatal. Así, como hemos explicado al principio, si bien en
algunos momentos históricos ha sido el pueblo organizado quien
se ha hecho cargo, como ha podido, de la satisfacción de las
necesidades de educación y salid, la tendencia imperante
desde la extensión de la figura del Estado de bienestar ha sido
hacia la delegación de la gestión de estas necesidades en
manos de la institución estatal y sus funcionarios, lo que ha
conllevado numerosas problemáticas.
Aún así, la cuestión
esencial que se pone encima de la mesa en la defensa o no de los
servicios "públicos" radica en la confusión entre la forma y el
contenido. Así, estos se defienden sobre todo por su
forma
(mayoritariamente se entiende por "público" lo de acceso
universal y subvencionado por el conjunto de la ciudadanía) y
no se cuestiona su
contenido, que es mayoritariamente idéntico al de los servicios "privados".
En
el caso de la escuela "pública", esta persigue los mismos fines
que la privada: inspirar y promover los (dis)valores que más
interesan al sistema socioeconómico establecido
(12).
Así, la delegación de la educación del pueblo en manos de sus
instituciones escolares y universitarias "públicas" (o
"privadas") conlleva una progresiva tendencia al
adoctrinamiento en los valores del sistema; las élites
invierten recursos en la educación para generar personas que
sólo sean mano de obra y consumidoras, obedientes,
competitivas y egoístas, para mantener un elevado nivel de
sumisión social y aceptación de las instituciones y valores
dominantes. Así, cada vez se hace más evidente que la función
primordial del actual sistema de enseñanza es la enseñanza del
sistema
(13).
Otra
función del sistema de enseñanza oficial –público y privado– es
promover el anti-pensamiento y la irreflexión, anular la
creatividad y homogeneizar las mentes, además de hacer que los
alumnos aborrezcan el aprendizaje. Detrás de toda práctica
educativa subyace un ideal de persona y de mundo y el ideal
actual no es "neutral" y no está en manos de las personas ni al
servicio del bien común, sino que responde a los intereses de las
élites del momento y del sistema estatal-capitalista.
Teniendo esto en cuenta, el actual modelo debería causar una
profunda repugnancia a cualquier persona que cuestione el
presente estado de las cosas y que dé importancia a la
educación. No es, pues, la educación privada la única que está a
favor de los intereses del capital (y del Estado), la "pública"
estatal también lo está. Una educación a favor de estos
intereses nunca debería pretender ser medida con la
perspectiva de si es o puede ser "de calidad", como insinúa
mucha gente.
Respecto a la sanidad "pública", se mantiene
la confusión entre el hecho de que sea una sanidad "de acceso
universal" y de "financiamiento compartido" y el hecho de que
sea "buena". Pero la delegación en el ámbito de la salud en las
instituciones del sistema sanitario establecido no es
menos perjudicial que en el ámbito de la educación. Así, en el
terreno sanitario no es la sanidad privada la única que está al
servicio del capital privado. Las grandes empresas
farmacéuticas y proveedoras de tecnología y material
hospitalario se aseguran de establecer cuál ha de ser el
modelo sanitario estatal para "asistir" al pueblo. La
cuestión, como siempre, es la búsqueda de la maximización de los
beneficios por parte de las élites y del aumento de la
dependencia por parte de la ciudadanía. Así, la cuestión de la
salud se aborda de un modo totalmente ineficiente y caro, que
está lejos de buscar el bien común. Por un lado, en vez de promover
la prevención y la sanación de las causas de la enfermedad, el
actual modelo sanitario fomenta la paliación de los síntomas.
Por el otro, la sanidad "pública", igual que la privada, no
promueve la autonomía, el conocimiento y la responsabilidad
de las personas para mantenerse saludables, sino la
dependencia de los "expertos" –personas que desgraciadamente
cada vez se ven más obligadas a seguir protocolos impuestos
desde arriba– y del hiperconsumo de medicamentos y demás
productos y tecnología que proporcionan en exclusiva las
grandes corporaciones. La "farmafia" va de la mano de la
sanidad estatal igual que de la sanidad privada igual que de la
sanidad privada
(14).
Así
pues, el quid de la cuestión para afrontar la defensa de lo
público en relación a la educación y la sanidad es salir de las
dicotomías del sistema e ir a la esencia de los problemas. Esto
implica redefinir el concepto de lo público: lo público es
aquello de lo que el pueblo controla la
forma y el
contenido.
Para controlar la forma y el contenido necesitamos que el
pueblo vuelva a ser un sujeto diferenciado del Estado. Sin el
pueblo organizado no disponemos de un contenido y de unas
formas ajenas al poder oligárquico y a sus valores y el Estado y
el mercado se encargan de instaurar los suyos. Seguir
defendiendo incansablemente lo público tal y como se hace
actualmente es seguir manteniendo y reproduciendo la
tergiversadora identificación entre el pueblo y el Estado.
Para recuperar una educación y una sanidad verdaderamente
públicas y de calidad es imprescindible recuperar el pueblo.
5. Hacia un posicionamiento actual sobre el Estado de bienestar
Hoy,
inmersos en la actual situación de crisis económica, cada vez más
personas se ven empujadas a la pobreza y la precariedad. Esto
pasa a la vez (y a causa de) que el Estado y los distintos
gobiernos autonómicos recortan presupuestos destinados a
ayudas sociales y a financiamiento "público", para satisfacer
los intereses de las élites transnacionales y poderse
mantener compitiendo en el marco de una economía altamente
internacionalizada. A esto se suman las reformas laborales,
dictadas desde el marco estatal-capitalista
internacional, que han rebajado substancialmente los
derechos de los trabajadores asalariados.
Para afrontar
este contexto, por un lado, el planteamiento mayoritario
dentro de los movimientos sociales es el de las
movilizaciones contra los recortes. Éstas se enfocan bajo la
perspectiva, más explícita o menos explícita, de
volver a lo que había antes de la crisis.
Por el otro, existe el planteamiento revolucionario, que
busca ir a las raíces de los problemas. Este planteamiento se
enfoca explícitamente en el objetivo de
construir una sociedad nueva.
Para
fomentar la conciencia para extender este segundo
planteamiento, es fundamental difundir la crítica al sistema
estatal-capitalista en general, así como la crítica al Estado
de bienestar en particular, como hemos empezado a hacer en
este texto. Y juntamente con la crítica es imprescindible,
también, desarrollar un
claro, firme y coherente posicionamiento revolucionario respecto a esta cuestión. Esto implica mantener a la vez la
coherencia con el planteamiento revolucionario y la
coherencia con las problemáticas sociales inmediatas.
Esta
concordia es posible, a pesar de que actualmente casi no se
haya logrado. Hoy en día se intentan atender las cuestiones
relacionadas con los recortes al Estado de bienestar pero sin
mantener una coherencia revolucionaria, incluso desde
sectores que se consideran libertarios
(15).
Es importante, pues, avanzar hacia un posicionamiento que
aborde ambas cuestiones. En este sentido, a continuación se
presenta una
propuesta.
El
posicionamiento que presentamos lo desglosamos en dos
partes, una que debería ser claramente compartida por todas
aquellas personas, colectivas y organizaciones que nos
consideramos revolucionarias, y otra que da margen a
diferentes puntos de vista, análisis, valoraciones y
decisiones, etc.
1. Lo que tiene que ser claramente compartido por las personas que nos consideramos revolucionarias:
Primero,
nos adherimos al proyecto revolucionario. Esto implica:
- Una crítica fundamentada al sistema actual.
A su naturaleza, dinámicas e instituciones fundamentales
(el Estado: la legalidad constitucional, la falsa
"democracia" parlamentarista y partitocrática, los cuerpos
militares, policiales, judiciales y carcelarios, etc. y el
capitalismo: la propiedad privada de los medios económicos, el
trabajo asalariado, la economía de mercado, etc.) y a los
(dis)valores e idearios que promueve y lo sostienen. Esto
difiere substancialmente de la inmensa mayoría de discursos
actuales, críticos con lo superficial –con las consecuencias– y
acríticos con lo esencial –con las causas–. Esta crítica debe ser clara, firme y pública,
porque hay que abrir el debate sobre todas estas cuestiones
fundamentales que parecen intocables. La apertura de este
debate es un frente revolucionario fundamental a asumir, el frente ideológico.
Los sectores auto-llamados revolucionarios que hacen
discursos capitalistas o estatistas para llegar más
fácilmente a más gente y/o conseguir más votos contribuyen a
que no se avance en esta cuestión. Para que las ideas
revolucionarias algún día puedan volver a formar parte de la
conciencia de muchas personas hay que exponerlas y
defenderlas claramente desde ya mismo.
- Una visión general de los principios de la alternativa
con que se quiere sustituir el sistema actual (sociedad
basada en la soberanía de asambleas populares locales, la
libre federación de comunidades, la propiedad compartida de
los medios de producción, la buena convivencia, el respeto, el
afecto y la no-dominación entre las personas, la
reintegración con la naturaleza...).
- Una apuesta discursiva y práctica por una estrategia transformadora.
Esto supone, primero, implicarse en la reflexión profunda y
el debate abierto –en el momento presente y siempre– sobre cómo
avanzar en el camino hacia la nueva sociedad anhelada.
Consideramos que una de las tareas fundamentales en este
sentido es la construcción de bases de poder
popular que serían los gérmenes de esta nueva sociedad, con las
que nos alejamos del paradigma del sistema poniendo en
práctica la autoorganización horizontal y mostramos
socialmente la viabilidad de ésta.
Segundo,
siempre que apoyemos o nos involucremos en luchas defensivas,
para presionar contra la retirada de algunas formas de
asistencia estatal y poner freno al agravamiento de la
injusticia social y los ataques del sistema,
lo hacemos desde un discurso claramente antisistémico,
nítidamente diferenciado de los parámetros
reformistas-socialdemócratas, a la vez que no dejamos de
dedicar los esfuerzos más vitales a lo constructivo.
2. Lo que las personas que nos consideramos revolucionarias podemos ver de maneras diferentes
¿A qué luchas dar apoyo? ¿Qué cantidad de energía dedicarle?
Esto puede ser discutible, ante los escenarios presentes y
futuros. No toda la gente revolucionaria tiene que ver
conveniente, por importante o estratégico –teniendo en cuenta
las propias energías, finitas–, destinar la misma cantidad de
energías, recursos y esfuerzos a las distintas luchas,
reivindicaciones y resistencias.
- Ver "Welfare State or Economic Democracy?" (Takis Fotopoulos, 1999) y "Estado social", articulo en Wikipedia (consultado el 3 de febrero de 2014). ↑
- Ver, por ejemplo, "La gran transformación. Crítica del liberalismo económico" (Karl Polanyi, 1944). ↑
- "El
municipio ha sido en la península ibérica la formación social
más parecida a la polis griega y también la más contraria al
Estado. Su desarrollo entre los siglos XI y XIV tras un largo
periodo desurbanizador representó la forma más lograda de
sociedad fraternal e igualitaria, al menos en sus primeros
momentos, cuando no se producían excedentes o éstos se
dilapidaban de modo improductivo en fiestas, edificios
públicos o batallas. Las relaciones con un poder territorial
al principio sin capacidad coercitiva suficiente se basaban
en la reciprocidad y no en la opresión. Las diferencias
estamentales no eran importantes y las decisiones se tomaban
en asamblea abierta; el vecindario se regía por normas dictadas
por la costumbre y combatía la escasez con el aprovechamiento
de tierras comunales. En tal sociedad sin Estado –o al menos
fuera de su alcance—tuvo lugar la síntesis de lo rural y lo
urbano que dio forma a una cultura rica e intensa, el primer
rostro de nuestra propia civilización, hoy irreconocible. (…)
El municipio fue durante mucho tiempo la célula básica y
autónoma de la sociedad, el centro ordenador del territorio, la
forma de su libertad política y jurídica ganada a pulso en lucha
contra la Iglesia, la aristocracia o la realeza, el medio de una
identidad mediante la cual sus habitantes pudieron
intervenir como sujeto histórico en otros tiempos, que el
desarrollo de patriciados, la propia decadencia, el Estado
absolutista y la burguesía decimonónica se encargaron de
cerrar." (Miquel Amorós, "El segundo asalto. Forma y
contenido de la revolución social", 2011). También es
recomendable la lectura de "Comunidades sin Estado en la
Montaña Vasca" (Sales Santos Vera e Itziar Madina Elguezabal,
2012). Un clásico como Kropotkin lo estudia a nivel europeo en
los capítulos V y VI de "El apoyo mutuo". ↑
-
"Anarquismo y antropología: Relaciones e influencias mutuas
entre la Antropología Social y el pensamiento libertario"
(coordinado por Beltrán Roca Martínez, 2010). ↑
-
"El Estado de bienestar ha contribuido decisivamente a la
destrucción del movimiento obrero consciente y organizado",
capítulo XXIV de "El giro estatolátrico. Repudio experiencial
del Estado de bienestar" (Félix Rodrigo Mora, Edicions
Maldecap, 2011). Ver también "Les cooperatives obreres de Sants.
Autogestió proletària en un barri de Barcelona (1870-1939)"
(Marc Dalmau e Ivan Miró, La Ciutat Invisible Edicions, 2010). ↑
-
Aunque la tradición marxista-leninista hable de conquistar
el Estado, su supuesto objetivo es acabar aboliéndolo para
alcanzar una sociedad libre, y así lo debería reconocer
abiertamente quien se enmarcara en esta tradición. ↑
- http://armakdeodelot.blogspot.com.es/2013/05/la-gran-estafa-la-teoria-de-las-puertas.html↑
-
Este hecho se encuentra explicado en "¿Debe el Estado ayudar a
las multinacionales españolas? Impactos ambientales y
sociales del apoyo público a la internacionalización?"
(Miquel Ortegra Cerdá, 2007). ↑
- Tenemos el ejemplo paradigmático de los Verdes alemanes, explicado en "Del partit-antipartit al partit-partit. Breu història del partit verd alemany" (Georgy Katsiaficas, fragmento del libro "The Subversion of Politics"). ↑
-
En los artículos 55, 116 y 117.5 de la Constitución española de
1978 y en la ley orgánica sobre "Estados de alarma, excepción y
sitio" se estatuye la intervención de las formas militares en
estos casos. ↑
- Sobre la crisis energética, ver las aportaciones más importantes del pedagógico blog "The Oil Crash", de Antonio Turiel, y "La quiebra del capitalismo global: 2000-2030. El inicio del fin de la energía fósil: una ruptura histórica total" (Ramón Fernández Durán, 2011). ↑
-
Es altamente recomendable la lectura de "Infancia y control
social. Desmontando mitos sobre la institución escolar",
trabajo del pedagogo Mario Andrés Candelas publicado en el tercer número de la revista "Estudios". ↑
- "De la educación sumisa al aprendizaje en libertad" (Blai Dalmau, 2009). ↑
- Josep Pàmies, de la asociación "Dulce Revolución", hablando claro: http://www.youtube.com/watch?v=WhgGWVP8AZ8. "La mafia médica" (Guislaine Lanctôt, 1994). "La farmafia". Entrevista a Ghislaine Lanctôt. ↑
-
Un buen ejemplo de esta incoherencia y del mantenimiento de
falsas dicotomías Estado-Mercado es Noam Chomsky, que con sus
teorías insta a los anarquistas a ser "realistas" y a luchar para
ensanchar la jaula estatal frente al depredador mercantil. Un
artículo que lo critica es "El efecto Chomsky o el anarquismo de Estado" (Claude Guillon, 2004). Fuente: http://www.grupreflexioautonomia.org/es/sobre-el-estado-de-bienestar