18 de febrero de 2014

Sobre el Estado de bienestar

"Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado."
Mussolini

1. La tradición histórica del Estado de bienestar

Para la es­ta­bi­li­dad y la so­li­dez de to­dos los sis­te­mas de do­mi­na­ción siem­pre ha sido me­jor que el pue­blo vea sus ca­de­nas lo su­fi­cien­te "li­ge­ras" o "ra­zo­na­bles". Que vea su­fi­cien­te "be­ne­vo­len­cia" en la or­ga­ni­za­ción so­cial cus­to­dia­da por el po­der de unas éli­tes. Si se pue­de ga­ran­ti­zar que un sec­tor im­por­tan­te de la so­cie­dad no viva en un es­ta­do de fuer­te e inex­tin­gui­ble des­con­ten­to y cons­cien­cia de ser mal­tra­ta­do, el sis­te­ma se en­con­trará mu­cho más se­gu­ro.
So­bre ésta cues­tión se ha lle­ga­do a teo­ri­zar abier­ta­men­te. Sólo hay que leer, por ejem­plo, "El Prínci­pe", de Ma­quia­ve­lo, o las afir­ma­cio­nes de político con­ser­va­dor alemán Lo­renz von Stein, que acuñó la noción de "Es­ta­do so­cial", re­co­no­cien­do su uti­li­dad para evi­tar la re­vo­lu­ción. La do­mi­na­ción más per­fec­ta es aque­lla en que el es­cla­vo tie­ne los amos en bue­na con­si­de­ra­ción.
Este "Es­ta­do So­cial" (tam­bién lla­ma­do "Es­ta­do Pro­vi­den­cia") es el an­te­ce­den­te di­rec­to del ac­tual mo­de­lo de "Es­ta­do de bie­nes­tar". Lo em­pe­za­ron a ins­tau­rar las éli­tes de las prin­ci­pa­les po­ten­cias eu­ro­peas, en el pro­ce­so de con­so­li­da­ción de los "Es­ta­dos-nación", du­ran­te la se­gun­da mi­tad del si­glo XIX (1).
An­tes de esto, ya se había co­no­ci­do el "pan y cir­co" del im­pe­rio ro­mano y el des­po­tis­mo ilus­tra­do de los Es­ta­dos monárqui­cos pre­li­be­ra­les ("todo para el pue­blo pero sin el pue­blo").
Des­de el dis­cur­so ofi­cial y sistémico, ur­di­do des­de la aca­de­mia, se dice que el Es­ta­do de bie­nes­tar for­ma par­te de la tra­yec­to­ria de evo­lu­ción y pro­gre­so de las so­cie­da­des oc­ci­den­ta­les. De en­tra­da, se re­co­no­ce que siem­pre se ha te­ni­do que or­ga­ni­zar la sa­tis­fac­ción de las ne­ce­si­da­des de las per­so­nas y que, an­tes, si no lo hacía el Es­ta­do, lo hacía el pue­blo con sus pro­pios re­cur­sos. En­ton­ces, se su­po­ne que es un gran avan­ce en la his­to­ria de la hu­ma­ni­dad, vin­cu­la­do a al­gu­na su­pues­ta "evo­lu­ción" en la cons­cien­cia so­cial so­li­da­ria, que esta sa­tis­fac­ción pase a ser una cues­tión "públi­ca na­cio­nal", en ma­nos del Es­ta­do.

2. La tradición histórica de la comunidad y la ayuda mutua

La "teoría del Pro­gre­so", doc­tri­na ofi­cial fun­da­men­tal para la jus­ti­fi­ca­ción del sis­te­ma ac­tual, nos vie­ne a de­cir que la so­cie­dad de hoy en día, don­de el Es­ta­do y el ca­pi­ta­lis­mo se en­cuen­tran hi­per-desa­rro­lla­dos, es mu­cho me­jor que to­dos los es­ta­dios an­te­rio­res de la his­to­ria. Es de ma­nual: los al­ta­vo­ces del sis­te­ma di­fun­den que todo lo que exis­tió fue­ra de él fue­ron ho­rro­res, aún peo­res que los ac­tua­les.
La reali­dad, no obs­tan­te, es que los Es­ta­do no han sido siem­pre tan om­ni­po­ten­tes y om­ni­pre­sen­tes como hoy en día. En mu­chos mo­men­tos de la his­to­ria han pre­do­mi­na­do las prácti­cas po­pu­la­res y hu­ma­nas de la ayu­da mu­tua, el com­par­tir, la re­ci­pro­ci­dad, el tra­ba­jo co­lec­ti­vo para in­di­vi­dua­les o para el bien común... es vi­tal que lo co­noz­ca­mos y lo ten­ga­mos bien pre­sen­te.
To­das es­tas prácti­cas flo­recían con no­ta­ble vi­gor y en di­ver­sos lu­ga­res del mun­do en los si­glos an­te­rio­res al gran pro­ce­so de mer­can­ti­li­za­ción ca­pi­ta­lis­ta de la tie­rra y el tra­ba­jo (2). El pue­blo tenía un pa­tri­mo­nio pro­pio, común o co­mu­nal, de gran­des ex­ten­sio­nes de cam­pos, bos­ques, mi­nas... de apro­ve­cha­mien­to co­lec­ti­vo, y de mu­chas otras in­fra­es­truc­tu­ras pro­duc­ti­vas com­par­ti­das. Para ges­tio­nar este pa­tri­mo­nio común y to­mar de­ci­sio­nes so­bre la vida co­lec­ti­va tam­bién con­ta­ba con ins­ti­tu­cio­nes de de­mo­cra­cia real (es de­cir, di­rec­ta), como el con­ce­jo abier­to en la Penínsu­la Ibérica (3). Tam­bién se ras­trea la ten­den­cia a la mu­tua asis­ten­cia en otras for­mas de so­cie­da­des prees­ta­ta­les (4).
Más tar­de, en la so­cie­dad re­sul­tan­te de la re­vo­lu­ción li­be­ral e in­dus­trial el pro­le­ta­ria­do tam­bién or­ga­nizó, in­fluen­cia­do por las ideas so­cia­lis­tas y por la tra­di­ción que co­no­cen, vi­nien­do del mun­do ru­ral, un am­plio te­ji­do so­cial de apo­yo mu­tuo. Al Es­ta­do español, des­de el últi­mo cuar­to del si­glo XIX has­ta 1939 en mu­chas ciu­da­des se fue­ron ex­ten­dien­do mu­chas y va­ria­das for­mas de mu­tua­lis­mo, coope­ra­ti­vis­mo y so­li­da­ri­dad en­tre los obre­ros.
"(...) La razón número uno que lle­vo al ente es­ta­tal a cons­ti­tuir lo que lue­go se lla­maría Es­ta­do pro­vi­den­cia o Es­ta­do de bie­nes­tar o Es­ta­do so­cial fue la des­truc­ción de las ex­pre­sio­nes, mu­chas y bas­tan­te po­de­ro­sas, de au­to­su­fi­cien­cia co­lec­ti­va, coope­ra­ción en la base, au­to­nomía or­ga­ni­za­ti­va, sis­te­mas mu­tua­lis­tas de ayu­da y asis­ten­cia, com­ba­ti­vi­dad pro­le­ta­ria y ma­ni­fes­ta­cio­nes au­to­ges­tio­na­das de una cul­tu­ra, un sa­ber y un arte pro­pios. Has­ta la gue­rra ci­vil había por to­das par­tes so­cie­da­des obre­ras que con bas­tan­te efi­ca­cia y en el régi­men de au­to­ges­tión pro­por­cio­na­ban a sus so­cios y so­cias pen­sio­nes por en­fer­me­dad y ju­bi­la­ción, así como am­pa­ro a los fa­mi­lia­res, hi­jos-hi­jas y viu­das-viu­dos, en caso de in­ca­pa­ci­dad tem­po­ral, ac­ci­den­te o fa­lle­ci­mien­to, a la vez que aten­ción médica re­gu­lar. Otras en un número enor­me eran coope­ra­ti­vas de con­su­mo de pro­duc­tos bási­cos, o de los in­su­mos ne­ce­sa­rios para que los ar­te­sa­nos, pes­ca­do­res o agri­cul­to­res pu­die­ran rea­li­zar su tra­ba­jo en me­jo­res con­di­cio­nes. (…) Mu­chas coope­ra­ti­vas obre­ras tenían sus hor­nos de pan y otras in­fra­es­truc­tu­ras bási­cas. Ta­les so­cie­da­des se servían de pro­ce­di­mien­tos de ges­tión tan sen­ci­llos como efi­ca­ces, rea­li­za­dos a la vis­ta de to­dos los so­cios y so­cias, ge­ne­ral­men­te sin fun­cio­na­rios asa­la­ria­dos." (5)
To­das es­tas es­truc­tu­ras y va­lo­res se tu­vie­ron que des­truir a san­gre y fue­go para po­der ins­tau­rar, du­ran­te el fran­quis­mo, el Es­ta­do de bie­nes­tar en "España". Por esto fue im­pres­cin­di­ble la in­ter­ven­ción mi­li­tar de 1936-1939.

3. La crítica al Estado de bienestar

Las per­so­nas an­ti­ca­pi­ta­lis­tas, que es­ta­mos a fa­vor de la abo­li­ción de la pro­pie­dad pri­va­da y del tra­ba­jo asa­la­ria­do, re­cha­za­mos la ins­ti­tu­ción del Es­ta­do. Este po­si­cio­na­mien­to había es­ta­do siem­pre cla­ro, to­dos los análi­sis clási­cos del pen­sa­mien­to so­cia­lis­ta re­co­no­cen que el Es­ta­do mo­derno y el ca­pi­ta­lis­mo, des­de su ori­gen, fue­ron de la mano (6). Su com­pli­ci­dad y alian­za, pues, es un he­cho esen­cial histórico, no re­cien­te, como in­sinúa quien ha­bla de un su­pues­to "se­cues­tro de la de­mo­cra­cia" en ma­nos de las éli­tes ca­pi­ta­lis­tas/​fi­nan­cie­ras, o de la "teoría de las puer­tas gi­ra­to­rias" (7), como si fue­ra una no­ve­dad la alian­za sis­temática en­tre las éli­tes políti­cas y las económi­cas.
Esta com­pli­ci­dad ha sido ol­vi­da­da en gran par­te a con­se­cuen­cia de las con­ce­sio­nes da­das a través del Es­ta­do de bie­nes­tar, con las que se ha con­se­gui­do "com­prar" a las cla­ses po­pu­la­res, ha­cien­do que acep­ten la do­mi­na­ción del Es­ta­do, el ca­pi­ta­lis­mo y to­das sus es­truc­tu­ras jerárqui­cas. Pero si re­cha­za­mos el Es­ta­do, por­que pen­sa­mos que las per­so­nas tie­nen que con­vi­vir au­to­go­bernándo­se y au­to­or­ga­ni­zan­do de­mocráti­ca­men­te la to­ta­li­dad de su exis­ten­cia, te­ne­mos que re­cha­zar tam­bién el Es­ta­do de bie­nes­tar.
Es fun­da­men­tal con­tra­rres­tar el dis­cur­so he­gemónico sistémico y so­cial­demócra­ta que de­fien­de el Es­ta­do de bie­nes­tar como mo­de­lo legítimo, re­pi­tien­do in­can­sa­ble­men­te que lo que éste po­see y ges­tio­na es cosa de to­dos, es "públi­co". No po­de­mos acep­tar la di­co­tomía ofi­cial "púbico"(es­ta­tal)/​pri­va­do. El Es­ta­do jue­ga el pa­pel de "po­licía bueno" y "los mer­ca­dos" el de "po­licía malo", pero es­tas ins­ti­tu­cio­nes sólo son las dos ca­ras de la mis­ma mo­ne­da: un sis­te­ma de do­mi­na­ción y con­cen­tra­ción de po­der político y económico. La di­co­tomía esen­cial se en­cuen­tra en­tre la ges­tión y la pro­pie­dad po­pu­lar o la ges­tión y la pro­pie­dad pri­va­da, sea esta ca­pi­ta­lis­ta o es­ta­tal.
Así pues, hoy en día es me­nes­ter po­ner so­bre la mesa y desa­rro­llar una crítica fun­da­men­ta­da al "Es­ta­do de bie­nes­tar". Pen­sar y ha­cer esta crítica, con ánimo de en­con­trar cri­te­rios de su­per­ación a las di­co­tomías estéri­les, es cosa de to­das las per­so­nas que apos­ta­mos por un cam­bio eman­ci­pa­dor de la so­cie­dad en que vi­vi­mos. A con­ti­nua­ción ex­po­ne­mos al­gu­nos mo­ti­vos que nos lle­van a im­pug­nar la do­mi­na­ción es­ta­tal del mis­mo modo que im­pug­na­mos la do­mi­na­ción ca­pi­ta­lis­ta:
  • El Es­ta­do de bie­nes­tar es, en esen­cia, una ins­ti­tu­ción pro-ca­pi­ta­lis­ta. Así, ha fo­men­ta­do cons­cien­te­men­te, me­dian­te todo tipo de le­yes, re­gu­la­cio­nes y ac­cio­nes, el cre­ci­mien­to de la eco­nomía de mer­ca­do y la ex­pan­sión del con­su­mo, así como el desa­rro­llo del gran ca­pi­tal pri­va­do (8). Mu­chos sec­to­res cla­ve de la eco­nomía no serían ren­ta­bles si no fue­ra por el fo­men­to, man­te­ni­mien­to y in­con­di­cio­nal apo­yo económico y político otor­ga­do por el Es­ta­do.
  • El Es­ta­do de bie­nes­tar es un órgano al ser­vi­cio del man­te­ni­mien­to de los pri­vi­le­gios de un sec­tor de la po­bla­ción y de una pe­queña par­te del mun­do. Son los países del "pri­mer mun­do", y en par­ti­cu­lar las cla­ses me­dias de es­tos, los que se be­ne­fi­cian del Es­ta­do de bie­nes­tar. Es­tos "pri­vi­le­gios" no se podrían ge­ne­ra­li­zar, se tra­ta de un jue­go de suma cero: para que unos "ga­nen" los demás tie­nen que per­der.
  • El Es­ta­do de bie­nes­tar es el re­sul­ta­do del aban­dono y la de­gra­da­ción de los an­he­los so­cia­lis­tas. Éste se fun­da­men­ta ideológi­ca­men­te en el key­ne­sia­nis­mo, co­rrien­te que for­ma par­te de una tra­yec­to­ria de com­ple­ta de­ri­va de las ideas re­vo­lu­cio­na­rias ha­cia la clau­di­ca­ción y la acep­ta­ción de la so­cie­dad ca­pi­ta­lis­ta. La "so­cial­de­mo­cra­cia" ol­vi­da to­tal­men­te los prin­ci­pios y ob­je­ti­vos del so­cia­lis­mo: cons­truir una so­cie­dad her­ma­na­da, sin cla­ses ni Es­ta­dos, sin ex­plo­ta­dos ni ex­plo­ta­do­res, go­ber­nan­tes ni go­ber­na­dos. A la vez, los par­ti­dos y mo­vi­mien­tos so­cia­les so­cial­demócra­tas abra­zan las ins­ti­tu­cio­nes y es­truc­tu­ras del sis­te­ma, pa­san­do a ser una par­te in­te­gral y fun­da­men­tal de éste en cues­tión de poco tiem­po (9).
  • El Es­ta­do de bie­nes­tar pro­mue­ve el desa­rro­llo de una so­cie­dad-gran­ja. La idea de fon­do del mo­de­lo "bie­nes­ta­ris­ta" es­ta­tal es que una so­cie­dad es acep­ta­ble, jus­ta y de­mocrática si los pas­to­res pue­den ofre­cer su­fi­cien­te pien­so al pue­blo-rebaño. Este mo­de­lo, pero, pasa por alto que la li­ber­tad, in­di­vi­dual y co­lec­ti­va, como ca­pa­ci­dad y res­pon­sa­bi­li­dad de au­to­de­ter­mi­nar­se, es un bien hu­mano fun­da­men­tal, y en la me­di­da que no lu­cha­mos por ella ni vi­mos en acor­de a ella, que pre­fe­ri­mos el bie­nes­tar ma­te­rial y la co­mo­di­dad, va­mos a peor.
  • El "Es­ta­do so­cial" es anti-so­cial. El Es­ta­do de bie­nes­tar pro­mue­ve un mo­de­lo en que tien­den a ir des­a­pa­re­cien­do los en­tra­ma­dos de re­la­cio­nes ho­ri­zon­ta­les en­tre igua­les que habían ca­rac­te­ri­za­do la vida de las per­so­nas des­de tiem­pos in­me­mo­ria­les: la so­cie­dad que­da ar­ti­cu­la­da en base a un cúmulo de re­la­cio­nes ver­ti­ca­les en­tre el Es­ta­do y los in­di­vi­duos, cada vez más sólos y ais­la­dos. La se­gu­ri­dad que nos otor­gan las po­se­sio­nes pri­va­das, el di­ne­ro y el Es­ta­do ha eclip­sa­do la se­gu­ri­dad autónoma po­pu­lar que pue­den brin­dar las re­la­cio­nes hu­ma­nas. Esto con­lle­va una caída en pi­ca­do de las ca­pa­ci­da­des y po­ten­cia­li­da­des re­la­cio­na­les y afec­ti­vas de las per­so­nas y, así, del va­lor de la vida hu­ma­na.
  • El Es­ta­do de bie­nes­tar fo­men­ta una de­pen­den­cia pe­li­gro­sa. Ya que las es­truc­tu­ras de bie­nes­tar son una con­ce­sión de las éli­tes, su re­ti­ra­da o re­duc­ción se en­cuen­tra en ma­nos de la vo­lun­tad de éstas y de los im­pe­ra­ti­vos que re­caen so­bre ellas, no en ma­nos del pue­blo. Así, en un pri­mer mo­men­to el Es­ta­do pre­ten­dió ga­ran­ti­zar él mis­mo el cui­da­do de los ciu­da­da­nos y mu­chas per­so­nas lo acep­ta­ron y re­nun­cia­ron a pro­cu­rar­se su pro­pia au­to­nomía. Una vez lle­va­do a cabo este pro­ce­so, lle­ga un pun­to en que el Es­ta­do deja las per­so­nas aban­do­na­das a su suer­te, y éstas se en­cuen­tran más des­va­li­das y desam­pa­ra­das que nun­ca, pues han per­di­do to­dos los víncu­los afec­ti­vos y ma­te­ria­les que en otros mo­men­tos históri­cos les habían per­mi­ti­do vi­vir de los pro­pios re­cur­sos.
  • El Es­ta­do de bie­nes­tar es una for­ma ama­ble de ma­qui­llar la ver­da­de­ra na­tu­ra­le­za de la ins­ti­tu­ción es­ta­tal. Así, cuan­do la ma­qui­na­ria es­ta­tal otor­ga "con­ce­sio­nes" con­si­gue in­vi­si­bi­li­zar su cara más os­cu­ra y cru­da, su esen­cia: mi­li­tar (la de­fen­sa cons­ti­tu­cio­nal (10), en últi­ma ins­tan­cia, del "or­den" ca­pi­ta­lis­ta y las ope­ra­cio­nes im­pe­ria­lis­tas en países le­ja­nos, en­fo­ca­das en los in­tere­ses económi­cos y geo­es­tratégi­cos y en las fu­tu­ras gue­rras), po­li­cial (los di­ver­sos cuer­pos "de se­gu­ri­dad", cada vez do­ta­dos de más po­der y re­cur­sos), ju­di­cial-re­pre­si­va (el en­car­ce­la­mien­to so­bre todo de per­so­nas de cla­se baja, de­lin­cuen­tes me­no­res, mar­gi­na­dos di­si­den­tes e "ile­ga­les") y re­cau­da­do­ra (aca­pa­ran­do ma­yo­ri­ta­ria­men­te la plus­valía que ge­ne­ra el pue­blo a través de la re­cau­da­ción me­dian­te im­pues­tos so­bre el tra­ba­jo, el con­su­mo y otros, mul­tas… apro­piándo­se apro­xi­ma­da­men­te de la mi­tad del PIB en los países ri­cos y re­ver­tien­do es­tos re­cur­sos en el man­te­ni­mien­to de sus pro­pios pri­vi­le­gios y para for­ta­le­cer sus ins­ti­tu­cio­nes cen­tra­lis­tas y bu­rocráti­cas).
  • La "so­cie­dad del bie­nes­tar" es eco-des­truc­ti­va e in­sos­te­ni­ble. Así, por un lado, el "bie­nes­tar" y la "pros­pe­ri­dad" en las so­cie­da­des "desa­rro­lla­das" con­tem­poráneas im­pli­can unos ni­ve­les de pro­duc­ción y con­su­mo y un uso de unas tec­no­logías que con­lle­van una des­truc­ción y con­ta­mi­na­ción de la na­tu­ra­le­za nun­ca vis­tas en la his­to­ria de la hu­ma­ni­dad, así como un de­li­ran­te des­pil­fa­rro de re­cur­sos. Por el otro, ac­tual­men­te es­ta­mos en­tran­do en un período histórico de de­cre­cien­te dis­po­ni­bi­li­dad de energía y re­cur­sos (11). A me­di­da que va­ya­mos en­tran­do en este período pro­ba­ble­men­te nos da­re­mos cuen­ta del ilu­so­rio tiem­po ul­tra-con­su­mis­ta en el que ha­bre­mos vi­vi­do du­ran­te unos años y de la ne­ce­si­dad y desea­bi­li­dad de vi­vir en ar­monía con el en­torno na­tu­ral y res­petándo­lo.

4. Esbozando la crítica a dos pilares esenciales del Estado de bienestar: la educación y la sanidad "públicas"

Si bien en­ten­de­mos que lo que mue­ve a mu­chas per­so­nas a de­fen­der una sa­ni­dad y una edu­ca­ción "públi­cas" es una vo­lun­tad legítima de edu­car­se y for­mar­se así como de man­te­ner y res­tau­rar la sa­lud, per­ci­bi­mos que, como con tan­tas otras co­sas, las ins­ti­tu­cio­nes es­ta­ble­ci­das se en­car­gan de ca­na­li­zar es­tas vo­lun­ta­des po­pu­la­res con las es­tra­te­gias que más for­ta­lez­can y pro­mue­van sus in­tere­ses y va­lo­res. Es­tas es­tra­te­gias en el caso que nos ocu­pa son la edu­ca­ción es­ta­tal y la sa­ni­dad es­ta­tal. Así, como he­mos ex­pli­ca­do al prin­ci­pio, si bien en al­gu­nos mo­men­tos históri­cos ha sido el pue­blo or­ga­ni­za­do quien se ha he­cho car­go, como ha po­di­do, de la sa­tis­fac­ción de las ne­ce­si­da­des de edu­ca­ción y sa­lid, la ten­den­cia im­pe­ran­te des­de la ex­ten­sión de la fi­gu­ra del Es­ta­do de bie­nes­tar ha sido ha­cia la de­le­ga­ción de la ges­tión de es­tas ne­ce­si­da­des en ma­nos de la ins­ti­tu­ción es­ta­tal y sus fun­cio­na­rios, lo que ha con­lle­va­do nu­me­ro­sas pro­blemáti­cas.
Aún así, la cues­tión esen­cial que se pone en­ci­ma de la mesa en la de­fen­sa o no de los ser­vi­cios "públi­cos" ra­di­ca en la con­fu­sión en­tre la for­ma y el con­te­ni­do. Así, es­tos se de­fien­den so­bre todo por su for­ma (ma­yo­ri­ta­ria­men­te se en­tien­de por "públi­co" lo de ac­ce­so uni­ver­sal y sub­ven­cio­na­do por el con­jun­to de la ciu­da­danía) y no se cues­tio­na su con­te­ni­do, que es ma­yo­ri­ta­ria­men­te idénti­co al de los ser­vi­cios "pri­va­dos".
En el caso de la es­cue­la "públi­ca", esta per­si­gue los mis­mos fi­nes que la pri­va­da: ins­pi­rar y pro­mo­ver los (dis)va­lo­res que más in­tere­san al sis­te­ma so­cio­económico es­ta­ble­ci­do (12). Así, la de­le­ga­ción de la edu­ca­ción del pue­blo en ma­nos de sus ins­ti­tu­cio­nes es­co­la­res y uni­ver­si­ta­rias "públi­cas" (o "pri­va­das") con­lle­va una pro­gre­si­va ten­den­cia al adoc­tri­na­mien­to en los va­lo­res del sis­te­ma; las éli­tes in­vier­ten re­cur­sos en la edu­ca­ción para ge­ne­rar per­so­nas que sólo sean mano de obra y con­su­mi­do­ras, obe­dien­tes, com­pe­ti­ti­vas y egoístas, para man­te­ner un ele­va­do ni­vel de su­mi­sión so­cial y acep­ta­ción de las ins­ti­tu­cio­nes y va­lo­res do­mi­nan­tes. Así, cada vez se hace más evi­den­te que la fun­ción pri­mor­dial del ac­tual sis­te­ma de enseñanza es la enseñanza del sis­te­ma (13).
Otra fun­ción del sis­te­ma de enseñanza ofi­cial –públi­co y pri­va­do– es pro­mo­ver el anti-pen­sa­mien­to y la irre­fle­xión, anu­lar la crea­ti­vi­dad y ho­mo­ge­nei­zar las men­tes, además de ha­cer que los alum­nos abo­rrez­can el apren­di­za­je. Detrás de toda prácti­ca edu­ca­ti­va sub­ya­ce un ideal de per­so­na y de mun­do y el ideal ac­tual no es "neu­tral" y no está en ma­nos de las per­so­nas ni al ser­vi­cio del bien común, sino que res­pon­de a los in­tere­ses de las éli­tes del mo­men­to y del sis­te­ma es­ta­tal-ca­pi­ta­lis­ta. Te­nien­do esto en cuen­ta, el ac­tual mo­de­lo de­bería cau­sar una pro­fun­da re­pug­nan­cia a cual­quier per­so­na que cues­tio­ne el pre­sen­te es­ta­do de las co­sas y que dé im­por­tan­cia a la edu­ca­ción. No es, pues, la edu­ca­ción pri­va­da la única que está a fa­vor de los in­tere­ses del ca­pi­tal (y del Es­ta­do), la "públi­ca" es­ta­tal tam­bién lo está. Una edu­ca­ción a fa­vor de es­tos in­tere­ses nun­ca de­bería pre­ten­der ser me­di­da con la pers­pec­ti­va de si es o pue­de ser "de ca­li­dad", como in­sinúa mu­cha gen­te.
Res­pec­to a la sa­ni­dad "públi­ca", se man­tie­ne la con­fu­sión en­tre el he­cho de que sea una sa­ni­dad "de ac­ce­so uni­ver­sal" y de "fi­nan­cia­mien­to com­par­ti­do" y el he­cho de que sea "bue­na". Pero la de­le­ga­ción en el ámbi­to de la sa­lud en las ins­ti­tu­cio­nes del sis­te­ma sa­ni­ta­rio es­ta­ble­ci­do no es me­nos per­ju­di­cial que en el ámbi­to de la edu­ca­ción. Así, en el te­rreno sa­ni­ta­rio no es la sa­ni­dad pri­va­da la única que está al ser­vi­cio del ca­pi­tal pri­va­do. Las gran­des em­pre­sas far­macéuti­cas y pro­vee­do­ras de tec­no­logía y ma­te­rial hos­pi­ta­la­rio se ase­gu­ran de es­ta­ble­cer cuál ha de ser el mo­de­lo sa­ni­ta­rio es­ta­tal para "asis­tir" al pue­blo. La cues­tión, como siem­pre, es la búsque­da de la ma­xi­mi­za­ción de los be­ne­fi­cios por par­te de las éli­tes y del au­men­to de la de­pen­den­cia por par­te de la ciu­da­danía. Así, la cues­tión de la sa­lud se abor­da de un modo to­tal­men­te in­efi­cien­te y caro, que está le­jos de bus­car el bien común. Por un lado, en vez de pro­mo­ver la pre­ven­ción y la sa­na­ción de las cau­sas de la en­fer­me­dad, el ac­tual mo­de­lo sa­ni­ta­rio fo­men­ta la pa­lia­ción de los sínto­mas. Por el otro, la sa­ni­dad "públi­ca", igual que la pri­va­da, no pro­mue­ve la au­to­nomía, el co­no­ci­mien­to y la res­pon­sa­bi­li­dad de las per­so­nas para man­te­ner­se sa­lu­da­bles, sino la de­pen­den­cia de los "ex­per­tos" –per­so­nas que des­gra­cia­da­men­te cada vez se ven más obli­ga­das a se­guir pro­to­co­los im­pues­tos des­de arri­ba– y del hi­per­con­su­mo de me­di­ca­men­tos y demás pro­duc­tos y tec­no­logía que pro­por­cio­nan en ex­clu­si­va las gran­des cor­po­ra­cio­nes. La "far­ma­fia" va de la mano de la sa­ni­dad es­ta­tal igual que de la sa­ni­dad pri­va­da igual que de la sa­ni­dad pri­va­da (14).
Así pues, el quid de la cues­tión para afron­tar la de­fen­sa de lo públi­co en re­la­ción a la edu­ca­ción y la sa­ni­dad es sa­lir de las di­co­tomías del sis­te­ma e ir a la esen­cia de los pro­ble­mas. Esto im­pli­ca re­de­fi­nir el con­cep­to de lo públi­co: lo públi­co es aque­llo de lo que el pue­blo con­tro­la la for­ma y el con­te­ni­do. Para con­tro­lar la for­ma y el con­te­ni­do ne­ce­si­ta­mos que el pue­blo vuel­va a ser un su­je­to di­fe­ren­cia­do del Es­ta­do. Sin el pue­blo or­ga­ni­za­do no dis­po­ne­mos de un con­te­ni­do y de unas for­mas aje­nas al po­der oligárqui­co y a sus va­lo­res y el Es­ta­do y el mer­ca­do se en­car­gan de ins­tau­rar los su­yos. Se­guir de­fen­dien­do in­can­sa­ble­men­te lo públi­co tal y como se hace ac­tual­men­te es se­guir man­te­nien­do y re­pro­du­cien­do la ter­gi­ver­sa­do­ra iden­ti­fi­ca­ción en­tre el pue­blo y el Es­ta­do. Para re­cu­pe­rar una edu­ca­ción y una sa­ni­dad ver­da­de­ra­men­te públi­cas y de ca­li­dad es im­pres­cin­di­ble re­cu­pe­rar el pue­blo.

5. Hacia un posicionamiento actual sobre el Estado de bienestar

Hoy, in­mer­sos en la ac­tual si­tua­ción de cri­sis económica, cada vez más per­so­nas se ven em­pu­ja­das a la po­bre­za y la pre­ca­rie­dad. Esto pasa a la vez (y a cau­sa de) que el Es­ta­do y los dis­tin­tos go­bier­nos au­tonómi­cos re­cor­tan pre­su­pues­tos des­ti­na­dos a ayu­das so­cia­les y a fi­nan­cia­mien­to "públi­co", para sa­tis­fa­cer los in­tere­ses de las éli­tes trans­na­cio­na­les y po­der­se man­te­ner com­pi­tien­do en el mar­co de una eco­nomía al­ta­men­te in­ter­na­cio­na­li­za­da. A esto se su­man las re­for­mas la­bo­ra­les, dic­ta­das des­de el mar­co es­ta­tal-ca­pi­ta­lis­ta in­ter­na­cio­nal, que han re­ba­ja­do subs­tan­cial­men­te los de­re­chos de los tra­ba­ja­do­res asa­la­ria­dos.
Para afron­tar este con­tex­to, por un lado, el plan­tea­mien­to ma­yo­ri­ta­rio den­tro de los mo­vi­mien­tos so­cia­les es el de las mo­vi­li­za­cio­nes con­tra los re­cor­tes. Éstas se en­fo­can bajo la pers­pec­ti­va, más explícita o me­nos explícita, de vol­ver a lo que había an­tes de la cri­sis. Por el otro, exis­te el plan­tea­mien­to re­vo­lu­cio­na­rio, que bus­ca ir a las raíces de los pro­ble­mas. Este plan­tea­mien­to se en­fo­ca explíci­ta­men­te en el ob­je­ti­vo de cons­truir una so­cie­dad nue­va.
Para fo­men­tar la con­cien­cia para ex­ten­der este se­gun­do plan­tea­mien­to, es fun­da­men­tal di­fun­dir la crítica al sis­te­ma es­ta­tal-ca­pi­ta­lis­ta en ge­ne­ral, así como la crítica al Es­ta­do de bie­nes­tar en par­ti­cu­lar, como he­mos em­pe­za­do a ha­cer en este tex­to. Y jun­ta­men­te con la crítica es im­pres­cin­di­ble, tam­bién, desa­rro­llar un cla­ro, fir­me y cohe­ren­te po­si­cio­na­mien­to re­vo­lu­cio­na­rio res­pec­to a esta cues­tión. Esto im­pli­ca man­te­ner a la vez la cohe­ren­cia con el plan­tea­mien­to re­vo­lu­cio­na­rio y la cohe­ren­cia con las pro­blemáti­cas so­cia­les in­me­dia­tas.
Esta con­cor­dia es po­si­ble, a pe­sar de que ac­tual­men­te casi no se haya lo­gra­do. Hoy en día se in­ten­tan aten­der las cues­tio­nes re­la­cio­na­das con los re­cor­tes al Es­ta­do de bie­nes­tar pero sin man­te­ner una cohe­ren­cia re­vo­lu­cio­na­ria, in­clu­so des­de sec­to­res que se con­si­de­ran li­ber­ta­rios (15). Es im­por­tan­te, pues, avan­zar ha­cia un po­si­cio­na­mien­to que abor­de am­bas cues­tio­nes. En este sen­ti­do, a con­ti­nua­ción se pre­sen­ta una pro­pues­ta.
El po­si­cio­na­mien­to que pre­sen­ta­mos lo des­glo­sa­mos en dos par­tes, una que de­bería ser cla­ra­men­te com­par­ti­da por to­das aque­llas per­so­nas, co­lec­ti­vas y or­ga­ni­za­cio­nes que nos con­si­de­ra­mos re­vo­lu­cio­na­rias, y otra que da mar­gen a di­fe­ren­tes pun­tos de vis­ta, análi­sis, va­lo­ra­cio­nes y de­ci­sio­nes, etc.

1. Lo que tiene que ser claramente compartido por las personas que nos consideramos revolucionarias:

Pri­me­ro, nos ad­he­ri­mos al pro­yec­to re­vo­lu­cio­na­rio. Esto im­pli­ca:
  1. Una crítica fun­da­men­ta­da al sis­te­ma ac­tual. A su na­tu­ra­le­za, dinámi­cas e ins­ti­tu­cio­nes fun­da­men­ta­les (el Es­ta­do: la le­ga­li­dad cons­ti­tu­cio­nal, la fal­sa "de­mo­cra­cia" par­la­men­ta­ris­ta y par­ti­tocrática, los cuer­pos mi­li­ta­res, po­li­cia­les, ju­di­cia­les y car­ce­la­rios, etc. y el ca­pi­ta­lis­mo: la pro­pie­dad pri­va­da de los me­dios económi­cos, el tra­ba­jo asa­la­ria­do, la eco­nomía de mer­ca­do, etc.) y a los (dis)va­lo­res e idea­rios que pro­mue­ve y lo sos­tie­nen. Esto di­fie­re subs­tan­cial­men­te de la in­men­sa ma­yoría de dis­cur­sos ac­tua­les, críti­cos con lo su­per­fi­cial –con las con­se­cuen­cias– y acríti­cos con lo esen­cial –con las cau­sas–. Esta crítica debe ser cla­ra, fir­me y públi­ca, por­que hay que abrir el de­ba­te so­bre to­das es­tas cues­tio­nes fun­da­men­ta­les que pa­re­cen in­to­ca­bles. La aper­tu­ra de este de­ba­te es un fren­te re­vo­lu­cio­na­rio fun­da­men­tal a asu­mir, el fren­te ideológico. Los sec­to­res auto-lla­ma­dos re­vo­lu­cio­na­rios que ha­cen dis­cur­sos ca­pi­ta­lis­tas o es­ta­tis­tas para lle­gar más fácil­men­te a más gen­te y/​o con­se­guir más vo­tos con­tri­bu­yen a que no se avan­ce en esta cues­tión. Para que las ideas re­vo­lu­cio­na­rias algún día pue­dan vol­ver a for­mar par­te de la con­cien­cia de mu­chas per­so­nas hay que ex­po­ner­las y de­fen­der­las cla­ra­men­te des­de ya mis­mo.
  2. Una visión ge­ne­ral de los prin­ci­pios de la al­ter­na­ti­va con que se quie­re sus­ti­tuir el sis­te­ma ac­tual (so­cie­dad ba­sa­da en la so­be­ranía de asam­bleas po­pu­la­res lo­ca­les, la li­bre fe­de­ra­ción de co­mu­ni­da­des, la pro­pie­dad com­par­ti­da de los me­dios de pro­duc­ción, la bue­na con­vi­ven­cia, el res­pe­to, el afec­to y la no-do­mi­na­ción en­tre las per­so­nas, la re­in­te­gra­ción con la na­tu­ra­le­za...).
  3. Una apues­ta dis­cur­si­va y prácti­ca por una es­tra­te­gia trans­for­ma­do­ra. Esto su­po­ne, pri­me­ro, im­pli­car­se en la re­fle­xión pro­fun­da y el de­ba­te abier­to –en el mo­men­to pre­sen­te y siem­pre– so­bre cómo avan­zar en el ca­mino ha­cia la nue­va so­cie­dad an­he­la­da. Con­si­de­ra­mos que una de las ta­reas fun­da­men­ta­les en este sen­ti­do es la cons­truc­ción de ba­ses de po­der po­pu­lar que serían los gérme­nes de esta nue­va so­cie­dad, con las que nos ale­ja­mos del pa­ra­dig­ma del sis­te­ma po­nien­do en prácti­ca la au­to­or­ga­ni­za­ción ho­ri­zon­tal y mos­tra­mos so­cial­men­te la via­bi­li­dad de ésta.
Se­gun­do, siem­pre que apo­ye­mos o nos in­vo­lu­cre­mos en lu­chas de­fen­si­vas, para pre­sio­nar con­tra la re­ti­ra­da de al­gu­nas for­mas de asis­ten­cia es­ta­tal y po­ner freno al agra­va­mien­to de la in­jus­ti­cia so­cial y los ata­ques del sis­te­ma, lo ha­ce­mos des­de un dis­cur­so cla­ra­men­te an­ti­sistémico, níti­da­men­te di­fe­ren­cia­do de los paráme­tros re­for­mis­tas-so­cial­demócra­tas, a la vez que no de­ja­mos de de­di­car los es­fuer­zos más vi­ta­les a lo cons­truc­ti­vo.

2. Lo que las personas que nos consideramos revolucionarias podemos ver de maneras diferentes

¿A qué lu­chas dar apo­yo? ¿Qué can­ti­dad de energía de­di­car­le? Esto pue­de ser dis­cu­ti­ble, ante los es­ce­na­rios pre­sen­tes y fu­tu­ros. No toda la gen­te re­vo­lu­cio­na­ria tie­ne que ver con­ve­nien­te, por im­por­tan­te o es­tratégico –te­nien­do en cuen­ta las pro­pias energías, fi­ni­tas–, des­ti­nar la mis­ma can­ti­dad de energías, re­cur­sos y es­fuer­zos a las dis­tin­tas lu­chas, reivin­di­ca­cio­nes y re­sis­ten­cias.
  1. Ver "Welfare State or Economic Democracy?" (Ta­kis Fo­to­po­ulos, 1999) y "Estado social", ar­ticu­lo en Wi­ki­pe­dia (con­sul­ta­do el 3 de fe­bre­ro de 2014).
  2. Ver, por ejem­plo, "La gran transformación. Crítica del liberalismo económico" (Karl Po­lan­yi, 1944).
  3. "El mu­ni­ci­pio ha sido en la penínsu­la ibérica la for­ma­ción so­cial más pa­re­ci­da a la po­lis grie­ga y tam­bién la más con­tra­ria al Es­ta­do. Su desa­rro­llo en­tre los si­glos XI y XIV tras un lar­go pe­rio­do desur­ba­ni­za­dor re­pre­sentó la for­ma más lo­gra­da de so­cie­dad fra­ter­nal e igua­li­ta­ria, al me­nos en sus pri­me­ros mo­men­tos, cuan­do no se pro­ducían ex­ce­den­tes o éstos se di­la­pi­da­ban de modo im­pro­duc­ti­vo en fies­tas, edi­fi­cios públi­cos o ba­ta­llas. Las re­la­cio­nes con un po­der te­rri­to­rial al prin­ci­pio sin ca­pa­ci­dad coer­ci­ti­va su­fi­cien­te se ba­sa­ban en la re­ci­pro­ci­dad y no en la opre­sión. Las di­fe­ren­cias es­ta­men­ta­les no eran im­por­tan­tes y las de­ci­sio­nes se to­ma­ban en asam­blea abier­ta; el ve­cin­da­rio se regía por nor­mas dic­ta­das por la cos­tum­bre y com­batía la es­ca­sez con el apro­ve­cha­mien­to de tie­rras co­mu­na­les. En tal so­cie­dad sin Es­ta­do –o al me­nos fue­ra de su al­can­ce—tuvo lu­gar la sínte­sis de lo ru­ral y lo ur­bano que dio for­ma a una cul­tu­ra rica e in­ten­sa, el pri­mer ros­tro de nues­tra pro­pia ci­vi­li­za­ción, hoy irre­co­no­ci­ble. (…) El mu­ni­ci­pio fue du­ran­te mu­cho tiem­po la célula básica y autónoma de la so­cie­dad, el cen­tro or­de­na­dor del te­rri­to­rio, la for­ma de su li­ber­tad política y jurídica ga­na­da a pul­so en lu­cha con­tra la Igle­sia, la aris­to­cra­cia o la reale­za, el me­dio de una iden­ti­dad me­dian­te la cual sus ha­bi­tan­tes pu­die­ron in­ter­ve­nir como su­je­to histórico en otros tiem­pos, que el desa­rro­llo de pa­tri­cia­dos, la pro­pia de­ca­den­cia, el Es­ta­do ab­so­lu­tis­ta y la bur­guesía de­ci­monónica se en­car­ga­ron de ce­rrar." (Mi­quel Amorós, "El se­gun­do asal­to. For­ma y con­te­ni­do de la re­vo­lu­ción so­cial", 2011). Tam­bién es re­co­men­da­ble la lec­tu­ra de "Co­mu­ni­da­des sin Es­ta­do en la Mon­taña Vas­ca" (Sa­les San­tos Vera e It­ziar Ma­di­na El­gue­za­bal, 2012). Un clásico como Kro­pot­kin lo es­tu­dia a ni­vel eu­ro­peo en los capítu­los V y VI de "El apo­yo mu­tuo".
  4. "Anar­quis­mo y an­tro­po­logía: Re­la­cio­nes e in­fluen­cias mu­tuas en­tre la An­tro­po­logía So­cial y el pen­sa­mien­to li­ber­ta­rio" (coor­di­na­do por Beltrán Roca Martínez, 2010).
  5. "El Es­ta­do de bie­nes­tar ha con­tri­bui­do de­ci­si­va­men­te a la des­truc­ción del mo­vi­mien­to obre­ro cons­cien­te y or­ga­ni­za­do", capítulo XXIV de "El giro es­ta­tolátri­co. Re­pu­dio ex­pe­rien­cial del Es­ta­do de bie­nes­tar" (Félix Ro­dri­go Mora, Edi­cions Mal­de­cap, 2011). Ver tam­bién "Les coope­ra­ti­ves obre­res de Sants. Au­to­ges­tió pro­letària en un ba­rri de Bar­ce­lo­na (1870-1939)" (Marc Dal­mau e Ivan Miró, La Ciu­tat In­vi­si­ble Edi­cions, 2010).
  6. Aun­que la tra­di­ción mar­xis­ta-le­ni­nis­ta ha­ble de con­quis­tar el Es­ta­do, su su­pues­to ob­je­ti­vo es aca­bar abo­liéndo­lo para al­can­zar una so­cie­dad li­bre, y así lo de­bería re­co­no­cer abier­ta­men­te quien se en­mar­ca­ra en esta tra­di­ción.
  7. http://armakdeodelot.blogspot.com.es/2013/05/la-gran-estafa-la-teoria-de-las-puertas.html
  8. Este he­cho se en­cuen­tra ex­pli­ca­do en "¿Debe el Es­ta­do ayu­dar a las mul­ti­na­cio­na­les españolas? Im­pac­tos am­bien­ta­les y so­cia­les del apo­yo públi­co a la in­ter­na­cio­na­li­za­ción?" (Mi­quel Or­te­gra Cerdá, 2007).
  9. Te­ne­mos el ejem­plo pa­ra­digmático de los Ver­des ale­ma­nes, ex­pli­ca­do en "Del partit-antipartit al partit-partit. Breu història del partit verd alemany" (Georgy Kat­sia­fi­cas, frag­men­to del li­bro "The Sub­ver­sion of Po­li­tics").
  10. En los artícu­los 55, 116 y 117.5 de la Cons­ti­tu­ción española de 1978 y en la ley orgánica so­bre "Es­ta­dos de alar­ma, ex­cep­ción y si­tio" se es­ta­tu­ye la in­ter­ven­ción de las for­mas mi­li­ta­res en es­tos ca­sos.
  11. So­bre la cri­sis energética, ver las apor­ta­cio­nes más im­por­tan­tes del pe­dagógico blog "The Oil Crash", de An­to­nio Tu­riel, y "La quiebra del capitalismo global: 2000-2030. El inicio del fin de la energía fósil: una ruptura histórica total" (Ramón Fernández Durán, 2011).
  12. Es al­ta­men­te re­co­men­da­ble la lec­tu­ra de "In­fan­cia y con­trol so­cial. Des­mon­tan­do mi­tos so­bre la ins­ti­tu­ción es­co­lar", tra­ba­jo del pe­da­go­go Ma­rio Andrés Can­de­las pu­bli­ca­do en el tercer número de la revista "Estudios".
  13. "De la educación sumisa al aprendizaje en libertad" (Blai Dal­mau, 2009).
  14. Jo­sep Pàmies, de la aso­cia­ción "Dulce Revolución", ha­blan­do cla­ro: http://www.youtube.com/watch?v=WhgGWVP8AZ8. "La mafia médica" (Guis­lai­ne Lanctôt, 1994). "La far­ma­fia". En­tre­vis­ta a Ghis­lai­ne Lanctôt.
  15. Un buen ejem­plo de esta in­cohe­ren­cia y del man­te­ni­mien­to de fal­sas di­co­tomías Es­ta­do-Mer­ca­do es Noam Chomsky, que con sus teorías ins­ta a los anar­quis­tas a ser "rea­lis­tas" y a lu­char para en­san­char la jau­la es­ta­tal fren­te al de­pre­da­dor mer­can­til. Un artículo que lo cri­ti­ca es "El efecto Chomsky o el anarquismo de Estado" (Clau­de Gui­llon, 2004).                                                                                                                                                                    Fuente: http://www.grupreflexioautonomia.org/es/sobre-el-estado-de-bienestar

No hay comentarios: