Estamos acostumbrados a pensar en
las revoluciones del pasado, las que sucedían antes y durante un cambio
político radical, en el que unos gobernantes eran desalojados del poder
-vivos
o muertos- y otros les sucedían. La revolución se producía antes y en el
momento del cambio, al día siguiente la revolución moría: un nuevo
Estado
sucedía al anterior, una nueva casta de élites dirigentes tomaban el
poder en
nombre y en lugar del Pueblo. En la revolución que ahora toca, eso no
podrá suceder; entre otras cosas, porque, con los antecedentes que
traemos, nadie se atreverá
a llamar Revolución a un mero cambio de gobierno o de Estado.
Ahora estamos en una de las
primeras batallas, la de las ideas, que durará largos años. Hasta la
batalla final
quedan otras muchas batallas y muchos, muchos años, ¿quién es el iluso
que
piensa que un partido puede hacer esa revolución, la que necesita la
mayoría de
la humanidad? A estas alturas de la Historia, de sobra sabemos que sólo
podrá
hacerla el Pueblo, ese que ahora no existe, el que está por nacer en
cada
persona y en cada comunidad reconstruida,…empresa que, como es fácil de
comprender,
necesariamente va para largo. La gente que entrega su pensamiento y
energía a un cambio rápido, a un sucedáneo de
revolución, debería darse cuenta de que ya hay demasiada gente pensando y
actuando en lo mismo, en el
corto plazo, en una ocupación de la que sabemos de antemano que su
resultado previsible es una variante, más o menos novedosa, del sistema
de dominación. Y, sin embargo, somos muy poca
la gente que estamos pensando a largo plazo, en la dirección de la
revolución, hacia la autoconstrucción-emancipación del sujeto
revolucionario, del
Pueblo sin el que la idea de revolución es una quimera más…y ya van
demasiadas. La revolución ya no será un estallido de rabia y algarabía,
presidido por el ansia de venganza de los oprimidos del mundo, eso ya
falló
demasiadas veces. Esta vez estamos obligados a ser más inteligentes, a
pensar y
actuar con una estrategia a largo plazo, que no pueda volver a fallar.
El Pueblo se reconstruirá en la medida
en que nos reconstruyamos a nosotros mismos, uno a uno y juntos en la lucha
revolucionaria. Esa es la tarea fundamental y que forma parte de esta primera
batalla, la de las ideas, que ganaremos a buen seguro, aunque no
pronto, por una poderosa y nueva razón que la gente de estos tiempos ha
empezado a comprender: porque no queda margen
para nuevos errores, porque se están cargando el mundo. Si esta vez no lo logramos, puede que haya que volver a
esperar más de un siglo. O puede que para entonces ya no quede mundo que cambiar. Calculo que
tenemos quince o veinte años por delante para preparar la revolución, esa es
nuestra ventana de oportunidad, la que se ha abierto con la actual crisis
capitalista, no creo que el mundo pueda aguantar más.
El gran tapón, lo que impide la reconstrucción del sujeto revolucionario, el
avance de la revolución integral necesaria, es la izquierda. La izquierda es quien tiene el
monopolio de la dirección política de los oprimidos, la que ha renunciado al propósito de
cambiar el mundo. La izquierda ha abandonado el proyecto universal de la
emancipación humana, se ha integrado en el paradigma dominante, estatalista y
capitalista. Quiere corregir el capitalismo para mejorarlo, ya no se atreve a decir que hay que
destruirlo. Quiere conservar el Estado, potenciarlo y controlarlo, para mejorar su
eficiencia como instrumento de dominación. Sólo es capaz de plantearse la lucha
política como una repetición de las fracasadas estrategias del pasado. Quiere
intentarlo una vez más, pero no puede, va a la deriva, ha olvidado cuál es la
dirección necesaria, la democracia, el sentido integral de la revolución. Ha olvidado que la democracia es
autogobierno y no otra cosa. No ve que sus programas reformistas son
perfectamente asumibles por el sistema dominante, no ve que sólo contribuyen a
fortalecerlo, a inducir la fe de las gentes en el Estado, a provocar su dependencia y sumisión al sistema.
Por eso, hay que destapar la botella, rebelarse
contra la totalidad del sistema, incluida su facción izquierda, tiene
que surgir un movimiento social y político radicalmente antisistémico,
con un programa integral de transición a la
democracia, hacia el autogobierno de las comunidades humanas. La
sociedad tiene que abandonar a los partidos y a
los sindicatos, a la clase dirigente que la conduce a ninguna parte. Las
patéticas votaciones que convoca periódicamente el Estado deben quedar
para los no demócratas, para los devotos del estatal-capitalismo...sólo
podría convenir al proyecto democrático y a la reconstrucción del Pueblo
que éste se votara a sí mismo en la comunidad local en la que puede
llegar a concretarse la verdadera soberanía, como autonomía personal y
comunitaria. Por supuesto que hay
que seguir resistiendo contra la crisis, que hay que responder a la
agresión estatal-capitalista, sí, pero en el marco del proyecto
emancipador, del objetivo revolucionario que sigue siendo la democracia.
Es para idiotas la consigna de moda sobre la regeneración democrática:
¿quién quiere regenerar esta pantomima de "democracia" parlamentaria, un
sistema que en su raíz es incompatible con la dignidad
humana, que está dirigido a todo lo contrario, a su burla y
anulación?...que levanten
el dedo las multitudes partidarias de tal regeneración democrática.
Existe una raya que la izquierda política
no se atreve, ni puede, traspasar. Es una línea nítida, que marca el
territorio en el que la izquierda ha quedado atrapada como cómplice
necesario
del sistema dominante. Si no es así, ¿dónde está la izquierda
igualitaria y anticapitalista, cuando no cuestiona el sistema de
propiedad que origina la desigualdad institucionalizada y el
capitalismo?, ¿dónde está la izquierda que dice defender la salud y la
educación pública, pero que confunde lo público con lo estatal?, ¿dónde
está
la izquierda democrática, cuando defiende la institución del Estado,
incompatible
con el autogobierno y, por tanto, con la democracia?, ¿dónde está la
izquierda
que defiende la libertad, pero que no cuestiona el trabajo asalariado,
la forma
actual de la esclavitud?, ¿dónde está la izquierda que defiende los
valores de
la autonomía personal y comunitaria, los valores que nacen de la
convivencialidad
-como la fraternidad o la solidaridad
humana-, si lo que se promueve es un modelo de individuo económico,
consumista y antisocial, exclusivamente volcado en sí mismo, en su
propio bienestar y en sus derechos,
un ser socialmente irresponsable, dependiente y debilitado, anulado en
sus cualidades espirituales,
volcado en una existencia aislada, puramente digestiva y económica?,
¿dónde
está la izquierda ecologista, si lo que vemos es defender la ideología
suicida
del crecimiento económico, "sostenible" y contínuo, la zanahoria
ideológica responsable del agotamiento de los
recursos naturales?...¿y dónde está la izquierda libertaria, sino
dividida en
facciones sindicaleras, en guetos más automarginales que
autogestionarios, esa izquierda superficial, la del estilo de vida,
cocida y disuelta en su propia salsa
individualista, la izquierda del anarquismo guay, esa de vida
alternativa, ese anarquismo insignificante, perfectamente asumible por
el sistema dominante?
Quitar el tapón en que se ha
convertido la izquierda: esa es la primera tarea en los preámbulos de la
revolución, en esta batalla de las ideas.
Fuente: http://blognanin.blogspot.com.es
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