FELIX RODRIGO MORA EN LA "CASA" DEL BAH DE VALLADOLID
Félix Rodrigo Mora

Siglas del grupo "Bajo el asfalto está la hierba"
El pasado sábado 27 de abril, mi
amigo el gran pensador y humanista Félix Rodrigo Mora, regresó nuevamente a Valladolid, desde
que el 14 de ese mismo mes pero del año anterior, nos hubiera igualmente
honrado con su visita, invitado aquel entonces por “la ventana esmeralda”, a
unas intensas y memorables jornadas que ya han hecho historia.
De la talla intelectual del
discurso de Félix, me ahorraré los comentarios, limitándome a adjuntar el audio
completo de su intervención (al final de este artículo), únicamente diré que, una vez más, la claridad de
ideas y la profundidad de sus convicciones, fueron el santo y seña de un hombre
al que tantos admiramos, y que se ha ganado, por derecho propio, el respeto de
toda una generación.
Me centraré, principalmente, en el
entorno donde tuvo lugar este encuentro y en el ambiente que se creó a su
alrededor, un encuentro que se desarrolló en “La Casa”, entrañable término con
el que conocemos el otrora espacio abandonado y medio derruido que, desde hace
ya varios años, vienen okupando varias familias, tras rehabilitarlo y
convertirlo en su hogar, en medio de un corral y de unas tierras que han
preparado para la siembra y que trabajan diariamente, y de cuyos frutos se
nutren y alimentan.
Aparte de la jornada de “puertas
abiertas” en la que se mostró a quiénes lo desearon, algunas técnicas de riego,
a última hora de la tarde, nos reunimos en “La Casa” unas ochenta personas,
pertenecientes a diferentes sensibilidades sociales y políticas y cuyo común
denominador fue el inconformismo militante frente al Sistema y la coherencia en
el modo de trabajar por un cambio cierto en los esquemas sociales y mentales.
Un ambiente cálido, donde se
respiraba libertad, respeto y autonomía; un espacio donde no había lugar ni
para la televisión, ni para ningún otro artefacto tecnológico subyugante, y en
el que varios cartelitos te “invitaban” a que quemases tu móvil; un espacio
donde no había ningún lujo, pero tampoco nada que echásemos de menos porque
allí parecíamos tenerlo todo; varias horas en armonía, ni siquiera “rota” por
asaltos fascistas como el que Félix sufrió hace muy poco tiempo en Zamora en
una charla organizada por la CNT.
Un espacio donde, cuando se hizo
de noche, sólo brillaban dos simples bombillas (y una de ellas con dificultad)
gracias a una energía conseguida por medios artesanales, y en el que, los
tableros de las mesas, que sirvieron para una cena vegana, eran los reversos de
unos lencerados sobre los cuales los padres enseñan a escribir a sus hijos sin
necesidad de ninguna clase de adoctrinamiento religioso ni del Estado.
Un lugar donde hubo la
oportunidad de intercambiar pareceres, de conocer nuevas personas, de
comprender que somos muchos los que estamos en la misma onda, donde cuando
hablas te sientes respetado, y donde cuando escuchas, interiorizas con tu yo
más íntimo, porque, en ese lugar, aunque a algunos les suene a blasfemo, se
respiraba, en medio de una inequívoca bocanada poética, espiritualidad de la
auténtica.
Aunque es hora de superar los
estereotipos, me gustó ver gente con gorras que me recordaban a los anarquistas
de antes y a los antisistemas de ahora, así como la más variada amalgama de
vestidos y de colores, que hablaban de todo, menos de uniformidad y de mal
gusto, y sí de un creativa y heterogénea diversidad; me encantó acariciar el
precioso perro de una de las asistentes, uno de esos emblemas que la escoria
reaccionaria ha aprovechado para tildar a cualquier rebelde que se alza contra
el Sistema como “perro flauta”, un término que, para su disgusto y muy por el
contrario, debe de enorgullecernos, porque, no sólo, solemos ser amigos de los
canes, sino que también suele gustarnos el sonido de unos instrumentos
musicales tan ensoñadores como aquella.
Y tras cenar, con la moderación y
la templanza propias de quiénes aspiramos principalmente a alimentarnos con los
valores que tanto nos unen y nos llenan, la Música, una música con tintes
irlandeses salidos de las cuerdas de los violines y de la guitarra de los tres
artistas que formaron parte de aquella bonita y también inolvidable velada,
medio en penumbra, antesala que invitaba al romanticismo.
Una vez más, amigo Félix, has
sido capaz de aglutinar en torno a tu mensaje, y espoleado por la rebeldía y
por el inconformismo, a un público ávido de Verdad, esta vez en esa “Casa”, que
es la tuya, y donde los amigos del admirable grupo Bajo el Asfalto está la
Hierba BAH, nos brindaron a todos la oportunidad de vivir unas horas
entrañables al calor de la simpatía, la generosidad y la autenticidad de
quiénes, haciendo alarde de nuestra coherencia, volamos libres, igual que el
viento, y nos regalamos, sin condiciones, el valor eterno de la calidez de la
conversación, a lomos del lenguaje de una sonrisa arropada por el manto
creativo de la espontaneidad fecunda.
Nota: no adjunto fotografías del
espacio okupado por “La Casa”, ya que por respeto a sus moradores, al no
conocer si ese podría ser su deseo, he preferido no hacerlo.
Aundio completo de la intervención de Félix Rodrigo Mora en la Casa del BAH de Valladolid el sábado 27 de abril de 2013
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