23 de octubre de 2013

‘Gravity’: una reflexión y un acompañamiento


por Redmond B. Lyndon

Gravity posee multitud de capas de discurso. Si nos quedamos en la superficie, es un simple relato de supervivencia en circunstancias extremas. Profundizando un poco, tenemos una parábola sobre el renacimiento personal tras el sufrimiento de un trauma vital devastador. En un nivel puramente semiótico, Gravity es una visión personal del devenir de la humanidad y de sus estructuras e instituciones. Es en este nivel en el que Cuarón lanza su tesis humanista. Y es tan sutil como potente una vez pones todo en orden.
La estructura de esta tesis consta de un “estado de la cuestión”, una descripción del “momento presente” y una serie de “conclusiones” a las que se llega desarrollando de forma lógica y coherente todo lo anterior. La secuencia clave en este planteamiento es el momento místico en la Soyuz. Todo lo anterior se puede desmenuzar semióticamente como una descripción de la situación socio-política desde el fin de la Guerra Fría. Así, el detonante que rompe la situación de estabilidad inicial es la destrucción de un satélite soviético por parte de los rusos, que provoca una reacción en cadena a escala global. Este evento retrata el desmantelamiento de la URSS desde el interior y la alteración del orden mundial que esto provocó.
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Desde el momento en que la URSS desaparece, el modelo de EE.UU. propio de la Guerra Fría está condenado. En cualquier momento, la reacción en cadena provocada por la desaparición de uno de las dos superpotencias alcanzará a la superviviente y destruirá por completo lo que queda del equilibrio inicial del relato. Esto es “inevitable” pese a la falsa sensación de seguridad proporcionada por las autoridades (nótese el discurso de Kowalski-población diciendo que “es el trabajo de Houston-gobierno preocuparse de la seguridad”). El accidente retrata el 11-S (Bin Laden fue un derivado inevitable de la caída de la URSS, que lo combatía en Afganistán en los años 80) y el vuelo a la deriva de Stone representa la deriva emocional de la sociedad estadounidense más joven tras ese traumático acontecimiento.

La presencia de un astronauta al borde de la jubilación y de una primeriza tampoco es casual. Entronca con lo anterior para contrastar la perspectiva de quien ha vivido la época anterior (Guerra Fría e incluso II Guerra Mundial) con la de quien ha adquirido uso de razón tras la caída del muro de Berlín. El veterano Kowalski guía a la joven Stone hacia un nuevo constructo de la humanidad, la Estación Espacial Internacional (ISS), un esfuerzo colectivo de múltiples estados-nación, que viene a representar el G-8. Sin embargo, esta nueva superestructura internacional no es lugar para los Kowalski del mundo. Cual Ethan Edwards en Centauros del desierto, cumple su misión para con la nueva generación que está llamada a sucederle, y prosigue en su deriva personal, flotando en una concepción del mundo que ya ha dejado de existir.
Poco le dura la sensación de seguridad y estabilidad a Stone. Un incendio le obliga a abandonar la ISS, que se vicia y destruye desde dentro.

 La vida en su interior se hace imposible, y la única escapatoria pasa por el remanente del socialismo soviético que representa la Soyuz. Stone, que nunca conoció conscientemente otra forma de vida más que el American Way of Life, se adapta rápidamente ya que, como nos dice la dirección de arte del filme (en varias ocasiones), en definitiva, todos los estados nación son iguales. Todas las cápsulas tienen los mismos botones en los mismos lugares, todas las sociedades se organizan en base a los mismos principios aunque el idioma sea diferente en cada caso, y todas tienen un enorme componente religioso que las condiciona, por muy tecnológicamente avanzadas que sean. Cuarón lo plasma gráficamente con una estampita cristiana en la Soyuz de la ISS y con una figurita de Buda en la Tiangong.
tiangong
China es el gigante dormido y en última instancia, la solución aparente para las crisis de la humanidad. En los malos tiempos, el hombre mira a China. Es el futuro. Desde el accidente inicial la Tiangong está presente y se adivina como una vía de escape plausible. Stone cambia su traje estadounidense por uno ruso y se dispone a abandonar una moribunda y condenada ISS/G-8, pero la propia estructura no le deja. La tiene atenazada con su falsa promesa de bienestar (literalmente, con un paracaídas). El cambio de traje/cambio de mentalidad impulsa a Stone a cortar los lazos que le unen con la ISS/G-8/Occidente+Rusia, y lo consigue no sin dificultades. La única salida tras el colapso de esta superestructura internacional es el tan cacareado gigante asiático. Sin embargo, Cuarón detiene en este punto la narración para explorar la psicología de Stone.

Aquí comienza la transición entre el “estado de la cuestión” y el “momento actual” en la tesis de Cuarón. Stone está perdida. Todo en lo que creía confiar le ha fallado. Solo le queda recordar lo que perdió, contemplar las otras realidades de un mundo plural, y evocar las enseñanzas y consejos de quienes configuraron su personalidad (esto es, Kowalski-generación anterior). Dispuesta a rendirse, encuentra fuerzas para seguir adelante en las palabras que ella misma pone en boca de Kowalski. Cuarón nos está diciendo que los problemas que creemos que el mundo nos causa, con las crisis en sus estados e instituciones, pueden demolernos emocionalmente hasta una apatía fatal. Y la solución sólo puede salir de nosotros, como individuos. La autoridad paternal que representaba Houston/gobiernos+instituciones al inicio nos ha abandonado, estamos solos y de nosotros depende construir un mundo mejor. Con este conocimiento, Stone puede verlo todo en perspectiva y su viaje continúa.

Antes de llegar a la Tiangong/China, Stone comenta jocosamente que “está perdiendo altitud”, y es que, como toda gran potencia o promesa de potencia, China también caerá. Todos los estados-nación están abocados a su caída final, arrastrando con ellos a multitud de individuos. Stone afronta con entereza el hundimiento de lo que representa la última esperanza no de la humanidad, sino de la idea de humanidad que nos han vendido y que nosotros mismos nos hemos vendido. La cápsula Shenzou, como ya digo idéntica en su interior a la Soyuz, se hunde, y Stone con ella. El traje/mentalidad clásica la arrastra al fondo. Solamente cuando se libera de trajes, banderas y constructos humanos emerge, libre, en un paraje en el que estados, instituciones, naciones… simplemente no tienen sentido. Stone ha comprendido que la humanidad del futuro ha de deshacerse de estos lastres o hundirse con los restos de una sociedad con fecha de caducidad.

Seguro que todos vosotros y vosotras recordáis el fantástico momento en el que el personaje de Sandra Bullock, la doctora Ryan Stone, entabla una conversación por radio con un individuo llamado Aningaaq. Bien, resulta que Aningaaq es un pescador inuit de Groenlandia, y protagonista de un corto dirigido y escrito por Jonás Cuarón, que verá la luz en forma de extra en la edición doméstica de Gravity, en el que se repite la conversación entre ambos, ahora desde el punto de vista del esquimal.
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